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Un planeta en riesgo

-Cada vez hay más señales de que estamos entrando en una fase crítica e impredecible de la crisis climática:  Germanwatch

 

- En América Latina y el Caribe se destina menos del 1% a acciones que explícitamente evitan o reducen el riesgo: ONU.


En 30 años, de 1993 al 2022 se registraron más de 765 mil muertes y daños por 4.2 billones de dólares, como consecuencia de más de 9,400 fenómenos meteorológicos extremos en todo el mundo.

 

“La frecuencia e intensidad de los desastres relacionados con el clima siguen aumentando, y estas cifras ponen de relieve la urgente necesidad de adoptar medidas en este ámbito”, destaca el Índice de Riesgo Climático 2025 (IRC), elaborado por la organización Germanwatch, un índice que desde el 2006 analiza el costo de la inacción climática en aspectos humanos y económicos.


El informe, con datos hasta 2022, señala que los 10 países más afectados fueron Pakistán, Belice, Italia, Grecia, España, Puerto Rico, Estados Unidos, Nigeria, Portugal y Bulgaria.


Calor abrasador, lluvias torrenciales, incendios forestales devastadores, inundaciones mortales y tormentas devastadoras, son algunas de las manifestaciones de los fenómenos meteorológicos extremos que se han vuelto muy comunes en una nueva realidad mundial atravesada por los efectos del cambio climático.

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“Las últimas tres décadas muestran que los países del Sur Global se ven particularmente afectados por fenómenos meteorológicos extremos; sin embargo, si tuvieran completos como los países del Norte Global, el grado de efectos económicos y humanos podrían ser mayores”, señaló Laura Schaefer, directora de política climática internacional de Germanwatch.

 

En general, en todo el mundo “hay cada vez más señales de que estamos entrando en una fase crítica e impredecible de la crisis climática, que agravará aún más los conflictos, desestabilizará las sociedades y afectará negativamente a la seguridad humana”, se lee en el documento, uno de los índices anuales más antiguos relacionados con el impacto climático.

 

Durante el periodo analizado, las tormentas (35 %), olas de calor (30 %) e inundaciones (27 %) causaron la mayor cantidad de víctimas fatales. Las inundaciones fueron la causa de la mitad de los casos de personas afectadas. Las tormentas las que provocaron las pérdidas económicas más considerables (56 % o USD 2,33 billones), seguidas por las inundaciones (32 % o USD 1,33 billones).

 

El informe destaca que existe un amplio consenso en la ciencia de que el cambio climático inducido por el hombre afecta la frecuencia e intensidad de muchos fenómenos meteorológicos extremos y conduce a impactos adversos generalizados.


 


Nadie se salva del desastre

 

China, Dominica y Honduras fueron los países más afectados por impactos meteorológicos extremos, sin embargo en las categorías de los ‘gravemente afectados’ y los ‘recurrentemente afectados’ todos son países del Sur o de la Europa del Mediterráneo.

 

China ha soportado más de 600 fenómenos extremos, entre inundaciones, tifones, olas de calor y sequías, que han causado 42 000 víctimas mortales y pérdidas valuadas en 706 000 millones de dólares. Honduras, vulnerable a huracanes, inundaciones y sequías, resultó devastada por el huracán Mitch (categoría cinco) en 1998. Dominica, en el Caribe oriental, destaca por su propensión a huracanes y tormentas frecuentes, en promedio cada dos años.

Sin embargo, entre los 10 países más afectados en 2022, siete corresponden al grupo de países de ingreso alto, que si bien, sus capacidades de respuesta exceden considerablemente a las de los países de ingreso bajo, todos por igual, deben fortalecer su gestión del riesgo climático.

 

Por una financiación rápida

 

El Índice demuestra que la falta de ambición climática y la inacción en materia de mitigación se traduce en un elevado nivel de impacto, incluso en los países de ingreso alto. Y recuerda que durante la pasada COP29, los líderes mundiales no alcanzaron el nivel de ambición esperado con relación al Nuevo Objetivo Colectivo Cuantificado (NCQG, por sus siglas en inglés) sobre financiamiento climático, ni se establecieron las bases para abordar las pérdidas y daños.

 

“Teniendo en cuenta las necesidades identificadas, así como la gran urgencia de los desafíos climáticos que enfrentan los países en desarrollo, los USD 300 mil millones anuales para 2035 solo pueden considerarse como una respuesta mínima indispensable frente a la creciente crisis climática”.

 

De acuerdo a los analistas, para el 2050 las pérdidas económicas mundiales derivadas de los impactos del cambio climático podrían superar los 38 trillones de dólares anuales, con graves pérdidas en sectores claves como la agricultura, infraestructura y salud pública.

 

¿Qué dice la ONU?

 

A estas mismas conclusiones llegó el Informe de Evaluación Regional sobre el Riesgo de Desastres en América Latina y el Caribe (RAR 24), elaborado por la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción de Riego de Desastres (UNDRR).

 

“El riesgo, los desastres y sus impactos están creciendo más que nuestros recursos y capacidades para enfrentarlos. Los desastres naturales son cada vez más frecuentes y devastadores, América Latina y el Caribe es la segunda región más propensa a desastres. El 53 % de las pérdidas económicas mundiales por desastres ocurren aquí y 6 de los 10 países del mundo con mayores pérdidas económicas por desastres respecto al PIB, también son de esta región”, señala el documento.
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Para la agencia dependiente de la ONU, la financiación más que gasto, debe verse como una inversión de tres enfoques: de gestión prospectiva (preventiva), correctiva (mitigadora) y compensatoria (posterior al suceso) del riesgo, con el propósito de aumentar la resiliencia, proteger los activos económicos, reducir la vulnerabilidad y promover la sostenibilidad del desarrollo.

 

Estos enfoques deben superar la forma actual de atender los riesgos, los cuales son ‘mayormente de índole compensatoria’, es decir, se concentran en medidas reactivas luego de ocurrido un desastre, como los fondos para imprevistos, los seguros, los sistemas de alerta temprana, la asistencia humanitaria, los bonos de catástrofes, la protección social adaptativa (para evitar caer en la pobreza debido a la exposición ante amenazas) y la recuperación y reconstrucción con aumento de la resiliencia.


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Sumado a esta mala gestión de riesgos de respuesta y no de prevención, está la baja financiación. En su análisis destaca que la contribución de la asistencia oficial para el desarrollo que incluye las categorías relacionadas con el riesgo y los desastres durante el periodo 2005-2021, muestra que menos del 1% del total para América Latina y el Caribe está destinado a acciones que explícitamente evitan o reducen el riesgo.

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“La inversión en Reducción del Riesgo de Desastres (RRD) ha probado ser efectiva para proteger los avances del desarrollo, habilitando recursos para cerrar brechas en la implementación de la Agenda 2030. Sin embargo, el financiamiento para la RRD continúa siendo mínimo”, detalla el informe, para concluir que el desafío clave está no solo en incrementar ese 1%, sino también en informar a qué se destina el 99% restante y reorientar los recursos bajo el entendido de que somos una ‘región multiamenaza’ por los efectos del cambio climático y el calentamiento global.


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